miércoles, 17 de noviembre de 2010

Gummo







Gummo
(Harmony Korine, 1997) recoge y recrea una serie de fragmentos de la vida de un grupo, más o menos heterogéneo, de jóvenes en un pueblo de Ohio -Xenia-  que fue golpeado por el tornado Teddy. Artificiosamente inscripto en la técnica del video casero, Gummo retrasa y borra una trama débil, en favor de intervenciones testimoniales y alegóricas que punzan una intensidad poco común. La película está hecha de recorridos diversos y contrarios: la caza de gatos con aire comprimido por parte de dos jóvenes que comercian estas presas por pegamento y putas melancólicas; la búsqueda de un gato perdido por parte de sus dos dueñas; la aparición, casi mitológica, de un chico en cuero y con orejas rosas de conejo (quizá un homenaje al Max de Maurice Sendak) que progresa en los espacios lúdicos y brutales de los niños, la sexualidad y la caza. Gummo arquitectura una sintaxis cinematográfica desordenada: su mirada tiene, como uno de los personajes que desfila en la película, la lucidez de quien toma ritalin no para ser más agudo, sino en el intento vano de ser normal. Como si el tornado hubiese trastocado la forma de ver las cosas, la memoria se tilda en una contemplación cruel de las ruinas. Gummo presenta una sociedad sórdida y sensual que intenta reponer el curso perdido de la vida: un gato negro arrasado por una lluvia de balines, una voz, que recuerda el tornado, que dice: "antes de morir, mi padre tenía diabetes".


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