sábado, 26 de febrero de 2011

Ningún animal atentaría en contra de su especie








          White Wilderness (James Algar, 1958) producida por Disney y ganadora del Oso de oro de Berlín y el Oscar en la categoria "mejor documental" retrata un suicidio masivo de un grupo de lemmings. El carácter impulsivo que manifiestan estos roedores en el
documental inspiró a los creadores del famoso videojuego que llevó su mismo nombre.
          Según pude ver en internet, muchas fuentes se esfuerzan en rechazar la imagen mítica del lemming lanzándose desinteresadamente a su propio fin. Parece ser que la producción adquirió los lemmings en otra región, despojada de mar y de acantilados, y los arrinconó, asustándolos, para que optarán por protagonizar aquellas imágenes realmente impactantes. Los lemmings no tendrían la costumbre de suicidarse masivamente, entonces, y la única prueba de este comportamiento sería la de la premiada película White Wilderness.
         La película de James Algar, ideológicamente, lleva al extremo un procedimiento propio del documental de animales. Este procedimiento tiene la premisa de que para comprender la vida animal es necesario traducir su funcionamiento en términos humanos. Al espectador no le importa el ciclo reproductivo de la hiena, le importa el amor de la madre por el hijo; no le importan  las formas migratorias de la gacela, necesita ver un éxodo; no quiere ver la lucha entre machos por una hembra, quiere ver duelos, desaires, tristeza de perdedores. De este modo habría que leer la escena: un grupo de seres indiferenciados como los lemmings se lanzan voluntariamente hacia su muerte por el bien de la comunidad. ¿Quién los dirige? El documental define que la naturaleza, en su sabiduria infinita, propone un mecanismo instintivo de conservación de la especie. A falta de cámaras de gas, estas multitudes se avecinan locamente sobre el mar. O mejor, a falta de dichos mecanismos, productores de Disney dan una mano. Lo importante es la especie, no el individuo: el lemming solo no existe.
         Este funcionamiento parece desplazarse inclusive al famoso videojuego, donde el objetivo no es salvar a cada uno de los lemmings, sino procurar hacer un balance económico entre las pérdidas. Si el objetivo del juego es que muera la menor cantidad de lemmings posible, la plataforma propone, dictatorialmente, y como base de la participación, "los lemmings morirán". De la misma manera, por ejemplo, el tetris propone, en  términos geométricos, que las formas que caen tienden al desorden y, en el contrapunto, obliga a una actividad infinita de ordenamiento. Tanto en Lemmings como en Tetris, la posición del jugador es clave, en tanto, lo dispone en términos alegóricos en la posición de poder frente a la realidad propuesta. En el tetris, el jugador es el portador del orden. En los lemmings, la posición que ocupa el jugador es mucho más interesante porque es la posición de la naturaleza, en el sentido que entiende Disney a la naturaleza: el jugador regula la vida o la muerte, es el portador de la sabiduria que propone el documental.
        Refutado el mito, parece que perdemos esa poderosa imagen de los lemmings suicidándose masivamente, por los tiempos de los tiempos, y ganamos quizá la máxima que proponía Alberto Girri: "ningún animal atentaría contra su propia especie".

1 comentario:

  1. muy lúcido facu, muy.

    la pedagogía del primer disney es terrible. es évidente viendo qué relatos adapta y cómo.

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